#gladysaylward
#misioneros
#china Gladys Aylward en Londres, Inglaterra, en una familia cristiana pobre. Cuando tenía 14 años, abandonó la escuela para trabajar como empleada doméstica de una familia adinerada.
Con 28 años de edad, Gladys solicitó ir al país oriental como misionera. Pero su dificultad para aprender el idioma y las tradiciones chinas, le cerraron las puertas.
La desconsolada Gladys oyó hablar de una misionera anciana en China, llamada Jeannie Lawson, que necesitaba a otro misionero para trabajar con ella.
En 1932, con el dinero ahorrado de su trabajo como empleada doméstica, partió en tren desde Londres hacia China, a través de Rusia. El viaje no fue nada fácil ya que ese mismo año había estallado una guerra entre Rusia y China.
Cuando Gladys finalmente llegó a China, no pudo encontrar a la anciana misionera. Le dijeron que se había mudado a otra aldea, que estaba a dos días en mula a través de las montañas. Entonces, Gladys contrató a un guía para que la llevara hasta allí.
La misionera, la Sra. Jeannie Lawson, de 73 años, se sorprendió al ver a Gladys cuando llegó al pueblo. Rápidamente la puso a trabajar reparando la gran, vieja y destartalada casa en la que vivía. La señora Lawson quería convertir la casa en un hotel para los arrieros de mulas chinos.
Un día, la Sra. Lawson resbaló y se cayó del balcón de un segundo piso. Unas semanas más tarde, ella murió. Después de la muerte de la señora Lawson, Gladys no pudo pagar los impuestos del hotel.
Gladys quedó sola, sin dinero y era la única persona de habla inglesa en kilómetros a la redonda. Ella no sabía qué hacer.
Durante siglos, los pies de las niñas chinas se envolvían firmemente al nacer para evitar que crecieran. Los chinos pensaban que los pies pequeños eran más bonitos. Pero una nueva ley prohibía esta práctica. En medio de la confusión, Gladys recibió una petición del gobernador del pueblo para que fuera su inspectora oficial de pies.
Al principio, Gladys se negó. Ella no creía que las personas escucharía a alguien a quien llamaban "diablo extranjero". Sin embargo, el gobernador le había concedido un permiso para hablarle a cada aldeano sobre Jesús.
Así que Gladys visitó cada aldea quitándole las vendas de los pies a muchas niñas, contando historias bíblicas y predicando el evangelio.
Gladys hizo un trabajo tan bueno como inspectora de pies que cuando estalló un motín en una prisión de la ciudad, la llamaron de nuevo. Esta vez el gobernador de la prisión quería que calmara a los prisioneros. Temerosa, Gladys oró pidiendo ayuda y luego convenció a los presos para que terminaran con el motín. Luego visitó la prisión todos los días y ayudó a mejorar las condiciones de vida de los prisioneros.
Un día, mientras Gladys caminaba por una aldea, vio a una anciana tratando de vender a una niña. No podía soportar dejar a la niña con esta mujer, así que Gladys compró a la niña por menos de dos dólares. Esta niña fue la primera de casi 100 niños en venta que vinieron a vivir con ella posteriormente.
Durante muchos años, los japoneses habían estado en guerra con China. Gladys pensó que la aldea en la que vivía estaba tan bien escondida y que nunca sería atacada. Sin embargo, una mañana de primavera de 1938, aviones japoneses llenaron el cielo. Lanzaron bombas, destruyeron la aldea y mataron a muchas personas. Gladys, que estaba arriba liderando un grupo de oración, fue golpeada y cayó al primer piso. Cuando se despertó, salió a auxiliar a los heridos.
El pueblo estaba en ruinas y habían cadáveres en las calles. Soldados japoneses estaban en camino a matar a todos los que todavía estaban vivos. Gladys, alrededor de 100 niños de su hogar y los aldeanos huyeron, encontrando seguridad en las cuevas. Mientras los japoneses seguían acercándose a ellos, ella y los niños caminaron muchos días sin comida, pero pudieron tomar un último tren hacia la libertad. Gladys no perdió a ninguno de sus niños en esta travesía.
Pero Gladys enfermó. Tan pronto como los niños fueron atendidos, ella cayó en coma. Fue hospitalizada durante dos meses y estuvo a punto de morir.
Gladys decidió regresar a Inglaterra después de muchos años en China. Luego de un largo periodo de recuperación y cuando se sintió mejor, empezó a visitar las iglesias persuadiendolos sobre la necesidad de más misioneros en China.
En 1958 emprendió su regreso a China, pero no pudo entrar de nuevo al país así que se estableció en Taiwán. Allí fundó un orfanato salvando de las calles a más de 200 niños, brindándole educación, comida, techo y la herencia de la fe en Cristo. Vivió allí hasta su muerte en 1970.
CIBERGRAFÍA
Gladys Aylward, el poder de una fe como la de una niña: https://bit.ly/2AKEbQu
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Voz en off: Josué Castellón ( https://twitter.com/josuekstellon)
Con 28 años de edad, Gladys solicitó ir al país oriental como misionera. Pero su dificultad para aprender el idioma y las tradiciones chinas, le cerraron las puertas.
La desconsolada Gladys oyó hablar de una misionera anciana en China, llamada Jeannie Lawson, que necesitaba a otro misionero para trabajar con ella.
En 1932, con el dinero ahorrado de su trabajo como empleada doméstica, partió en tren desde Londres hacia China, a través de Rusia. El viaje no fue nada fácil ya que ese mismo año había estallado una guerra entre Rusia y China.
Cuando Gladys finalmente llegó a China, no pudo encontrar a la anciana misionera. Le dijeron que se había mudado a otra aldea, que estaba a dos días en mula a través de las montañas. Entonces, Gladys contrató a un guía para que la llevara hasta allí.
La misionera, la Sra. Jeannie Lawson, de 73 años, se sorprendió al ver a Gladys cuando llegó al pueblo. Rápidamente la puso a trabajar reparando la gran, vieja y destartalada casa en la que vivía. La señora Lawson quería convertir la casa en un hotel para los arrieros de mulas chinos.
Un día, la Sra. Lawson resbaló y se cayó del balcón de un segundo piso. Unas semanas más tarde, ella murió. Después de la muerte de la señora Lawson, Gladys no pudo pagar los impuestos del hotel.
Gladys quedó sola, sin dinero y era la única persona de habla inglesa en kilómetros a la redonda. Ella no sabía qué hacer.
Durante siglos, los pies de las niñas chinas se envolvían firmemente al nacer para evitar que crecieran. Los chinos pensaban que los pies pequeños eran más bonitos. Pero una nueva ley prohibía esta práctica. En medio de la confusión, Gladys recibió una petición del gobernador del pueblo para que fuera su inspectora oficial de pies.
Al principio, Gladys se negó. Ella no creía que las personas escucharía a alguien a quien llamaban "diablo extranjero". Sin embargo, el gobernador le había concedido un permiso para hablarle a cada aldeano sobre Jesús.
Así que Gladys visitó cada aldea quitándole las vendas de los pies a muchas niñas, contando historias bíblicas y predicando el evangelio.
Gladys hizo un trabajo tan bueno como inspectora de pies que cuando estalló un motín en una prisión de la ciudad, la llamaron de nuevo. Esta vez el gobernador de la prisión quería que calmara a los prisioneros. Temerosa, Gladys oró pidiendo ayuda y luego convenció a los presos para que terminaran con el motín. Luego visitó la prisión todos los días y ayudó a mejorar las condiciones de vida de los prisioneros.
Un día, mientras Gladys caminaba por una aldea, vio a una anciana tratando de vender a una niña. No podía soportar dejar a la niña con esta mujer, así que Gladys compró a la niña por menos de dos dólares. Esta niña fue la primera de casi 100 niños en venta que vinieron a vivir con ella posteriormente.
Durante muchos años, los japoneses habían estado en guerra con China. Gladys pensó que la aldea en la que vivía estaba tan bien escondida y que nunca sería atacada. Sin embargo, una mañana de primavera de 1938, aviones japoneses llenaron el cielo. Lanzaron bombas, destruyeron la aldea y mataron a muchas personas. Gladys, que estaba arriba liderando un grupo de oración, fue golpeada y cayó al primer piso. Cuando se despertó, salió a auxiliar a los heridos.
El pueblo estaba en ruinas y habían cadáveres en las calles. Soldados japoneses estaban en camino a matar a todos los que todavía estaban vivos. Gladys, alrededor de 100 niños de su hogar y los aldeanos huyeron, encontrando seguridad en las cuevas. Mientras los japoneses seguían acercándose a ellos, ella y los niños caminaron muchos días sin comida, pero pudieron tomar un último tren hacia la libertad. Gladys no perdió a ninguno de sus niños en esta travesía.
Pero Gladys enfermó. Tan pronto como los niños fueron atendidos, ella cayó en coma. Fue hospitalizada durante dos meses y estuvo a punto de morir.
Gladys decidió regresar a Inglaterra después de muchos años en China. Luego de un largo periodo de recuperación y cuando se sintió mejor, empezó a visitar las iglesias persuadiendolos sobre la necesidad de más misioneros en China.
En 1958 emprendió su regreso a China, pero no pudo entrar de nuevo al país así que se estableció en Taiwán. Allí fundó un orfanato salvando de las calles a más de 200 niños, brindándole educación, comida, techo y la herencia de la fe en Cristo. Vivió allí hasta su muerte en 1970.
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Gladys Aylward, el poder de una fe como la de una niña: https://bit.ly/2AKEbQu
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GLADYS AYLWARD: La "pequeña" y determinada MISIONERA en CHINA | BITE idioma de colombia | |
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Non-profits & Activism | Upload TimePublished on 6 Aug 2018 |
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